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Escritores Liberteños

MARÍA NEGRÓN UGARTE

María Negrón Ugarte, nació en Trujillo el 16 de abril de 1878 en el hogar formado por el coronel Manuel Adolfo Negrón de la Fuente y Velarde y doña Rosa Ugarte de Rivadeneira. María Negrón Ugarte, nació en Trujillo el 16 de abril de 1878 en el hogar formado por el coronel Manuel Adolfo Negrón de la Fuente y Velarde y doña Rosa Ugarte de Rivadeneira.  El caserío de Mansiche de Trujillo con su diáfana naturaleza, influyó a modelar su niñez y juventud. Fue maestra de escuela, especialmente en Chicilçin donde trabó gran amistad con don Rafael Larco Herrera, dueño de dicha hacienda. Latente es notar que sus versos están cargados de nostalgia y amor sincero. Hay en ellos mucha delicadeza. Estas circunstancias motivaron su amor a los niños, a la naturaleza. Despertase su vocación de maestra y más tarde de escritora, pues con sólo leer sus versos, nos encontramos con una poética cargada de sencillez y de exaltante juventud. Su poemario titulado “VERSOS DE AYER Y DE HOY”, publicado en España el año 1923, es un solo canto de unidad a la belleza literaria. En este libros notamos que son varios y diversos los motivos que dan vida a este volúmen. Todos sus poemas están unidos en un solo manojo de sinfonía amorosa. La psicología, el amor, la tristeza, la muerte, la añoranza, quejas, natura, son tratados con intensa belleza que nos descubren la majestuosa tarea de escribir de la Negrón Ugarte. Su poema “Tristeza” de su libro citado, nos induce, paulatinamente, a convertir la amargura en vibrante alegría. Recordemos que ella nació en opulencia económica pero fueron los hechos trágicos de la guerra que sostuvimos con el país del sur la que llevó a su hogar sumergirse, especialmente, ella, en la tristeza y dolor. Veamos el verso: Aquí entre los perfumes de retama y verbena perdida en la espesura de tu agreste jardín, donde quiso el destino tratarme con mí pena vuelvo a las realidades del tranquilo vivir. Escribe así... “donde quiso el destino...” porque viajó de Trujillo a Cajamarca a unirse con su familia que allí residía y quedarse para vivir y recordar y finalmente morir en esa bella ciudad.. Es brillante el cuento “La Rosa Amarilla” dedicada a los niños de Chiclín donde con genuina precisión escribe exactos recuerdos de aquella hacienda que devienen en convertirle en precisa narradora. En 1928, publica el poemario “De mi hogar florido”, luego el otro poemario titulado “Alma Tristeza”, para luego el año 1031 publica otro poemario “PÁLIDOS LIRIOS PARA MI MADRE” donde aparecen poemas dedicados principalmente a su madre. Allí observemos el titulado “Mis primeros versos a mi madre” cuando dice: Hoy quisiera volar madre querida, con mente soñadora de poeta, donde una aurora sonrosada y quieta, alumbra el cielo de la inspiración; para poder cantarte madre mía, con la fragante brisa rumorosa “con tu amor que es aroma de una rosa vive feliz mi amante corazón.” Quisiera ser el ave arrulladora que por florida selva atravesando dulcísimos cantares entonando al ser entristecido hace gozar, para robar de las galanas flores por encanto sus galas peregrinas y tejiendo guirnaldas diamantinas tu venerada frente circundar. Mas sólo tengo este moderno canto, que cual ofrenda de filial ternura, acepta de tu hija como pura inmarchitable, delicada flor; si crees que es violeta fraganciosa, que así lo busca en tu pasión materna, ella te dice que repito tierna: Es mi vida la madre del amor. Por eso sus versos van cargados de cierta melancolía. María Negrón Ugarte, falleció el día sábado 5 de abril de 1935 a la edad de 57 años.


JULIA PACHECO REBAZA
Julia Pacheco Rebaza, nació en Trujillo el año de 1866. Fueron sus padres don Santiago Pacheco y Rosario Rebaza Demóstenes de Pacheco. Se casó el 13 de diciembre de 1888 con Isaac Rebaza Bringas.
Comenzó a publicar sus primeras poesías en el quincenario literario “La Primavera” fundado en Trujillo el 01 de Enero de 1887 por Raúl Edmundo Haya de Cárdenas y Celso Santelices Márquez, y las remitió desde el poblado “El Edén”, sito en Huamachuco, a donde fue a radicar por motivos de salud. El 15 de febrero de 1888, “La Primavera” dice lo siguiente: “La Sra. Julia R. P. de Acosta, consagrada al estudio desde sus tiernos años, se ha hecho notar por sus rápidos progresos, conquistando el más efusivo aplauso, de cuantos se han honrado de ser sus maestros. No ha podido resistir al provechoso impulso que va tomando la Literatura en nuestro país y poniendo en juego sus relevantes dotes, perfeccionadas con las saludables ideas, adquiridas en el seno de su familia, cuya ilustración y talento son de todos conocidos, cediendo a nuestras incansables exigencias, nos ha favorecido con su frecuente colaboración, hace dos años, brillando en todas sus producciones los destellos de su exquisita ternura. Tiene pues la Señora de Acosta, muchos motivos de consideración de parte de “La Primavera”. Que los puros goces del matrimonio, que hacen tres meses forman su más preciada dicha, no debiliten su entusiasta vocación a las letras, son los vehementes deseos que abrigamos”.
Su partida hacia la sierra fue muy dolorosa. Ella misma escribe: “Yo, extenuada por el insomnio, que por la enfermedad que me aqueja, y más aún por la inmensa amargura que atormentaba mi espíritu, inclinaba con desaliento mi fatigada cabeza, en los almohadones esperando el instante fatal en que abandonando el lecho, debía de dar a mi madre y a mis hermanas el último abrazo!.
Separarse de sus seres queridos fue muy terrible para una joven de apenas 21 años de edad. Iba, por primera vez, acompañada de su padre el Dr. Santiago Pacheco, a un mundo desconocido. Dejó su Trujillo querido para refundirse en la soledad de la sierra que no conocía.
Sus pesares encontraron refugio en las manos de Dios. Lloró y lamentó sus penas con la misma entereza que enfrentó la vida. Su viaje que duró 6 días hacia Huamachuco le hizo pensar en las complacencias que jamás habría de gozar y en sus ilusiones perdidas, según ella, para siempre.
Aquel viaje obligado, le hicieron percatarse lo bello que era la luz de la luna, las luciérnagas, las flores, los cerros misteriosos, los parientes y los amigos. Las nuevas miradas, las manifestaciones de aprecio, el generoso abrazo, el nuevo cuidado otorgado por su tía Carolina Vásquez de Rebaza, segunda esposa del historiador Nicolás Rebaza Cueto, que la atendió como si fuera su hija. Todo ello se le gravó en la mente como incentivo para sobreponerse a su tristeza y matar sus penas escribiendo poesías dignas de asombro.
Julia Pacheco, fue una persona que supo cultivar el valor de la gratitud. Después de largos meses de estadía obligada en Huamachuco, regresó a Trujillo repuesta su salud y, para confortar más ésta, se traslado a radicar al balneario de Huanchaco desde donde siguió escribiendo sentidas poesías. Julia R. Pacheco Rebaza de Acosta, comenzó a colaborar con sus poemas en la edición Nº 11 de “La Primavera” del 15 de febrero de 1888. En este ejemplar Nº 11, se dio a conocer, por primera vez, que tras el nombre de “La Primavera”, hay un grupo de jóvenes brillantes y entusiastas llenos de amor a lo bello que se engrandece mucho más con “dos adalides que por su sexo y tierno corazón reúnen en sí solas más poder que el que todos juntos podemos presentar en el campo de las letras. Se refería a Julia R. Pacheco Rebaza y María Tránsito Muga Reyna; y el comentarista se regocija al escribir: ¡“La Primavera” tendrá verdadera poesía! Julia Pacheco y su inspiración, han permanecido escondidas116 años.
Lo publicados por esta poetisa durante los años 1888 y 1889 dejan un sabor a delicadeza y ternura. Los pueblos que ella visitó durante los difíciles meses en que fue a curarse de una penosa enfermedad, nos hacen comprender que mitigó sus aspiraciones, dolencias y frustraciones teniendo en la poesía el refugió seguro de sanación. Cuánto afecto desparramó esta mujer que supo enfrentar su destino inexorable. Los pueblos de Cerpaquino, El Edén, El Ingenio de Chichir, lugares donde tenía sus residencias su abuelo don Nicolás Rebaza Cueto quien construyó dos casas: una, extensa y hermosa que gozaba de todas las comodidades y la otra, en los baños termales que la usaba para recreación y medicina.
Sus poemas radiografían acertadamente los pasos de Julia quien convirtió el desliz del destino en triunfo de la vida. Cada uno de ellos nos introduce en un mundo de pureza y de inocencia. La belleza en su redacción está presente y muy intensa porque cada verso es arrancado de lo más hondo de su vivencia personal. Esta característica los eleva a ser poemas inmortales porque nos embadurnan de nostalgia santa. Cuanta devoción. Cuanta ingenuidad, desparramó esta mujer que ahora la rescatamos para señalarla como la Primera Poetisa de nuestra Región La Libertad. El amor a sus seres queridos, el dolor hombre que juró amarla y la olvidó. El afecto a los pueblos que la cobijaron, están como episodios pétreos que no han desparecido para ser fieles testigos de lo que ella conquistó y comprendió.
Supo amar y protestar contra el mal que le aquejaba y hasta simuló morir. Tuvo fe en el amado que se quedó en Trujillo a quien le recuerda el juramento que hicieron de amarse para toda la vida. Narra con excelsa tristeza su partida de Trujillo hacia Huamachuco. Le aflora el sentido humano con dignidad; lográndose imponerse a los dolores del mundo.
Alguien le llamó la atención diciéndole que sus versos carecían de dulzura por la melancolía que mostraban; sin embargo, nuestra vate, replicó pulcramente con otro poema esgrimiendo sentimientos convincentes del por qué empleaba esa forma de escribir. El despreció que le causó un amor no lo pasó inadvertido. Julia Pacheco, escribió e hizo notar lo esquivo e inconstante que le fue éste y, en lugar de condenar sus ofensas pidió el bien para aquel.8 meses estuvo en Huamachuco y cuando lo dejó pidió al pueblo, cual si fuera un amigo: ¡Que no la olvide!
El amor al pueblo de Trujillo que la vio nacer estuvo presente como también la confianza de recuperar el amor del hombre que le fue huidizo. Julia, dejó de publicar poemas desde agosto de 1888 para reaparecer en febrero de 1889, pero esta vez, firmando con su apellido de casada, es decir: Julia R. Pacheco Rebaza de Acosta. Sus poemas traen soledad y lamento, producto de la enfermedad y ausencia del amor que la embargaba. Cuando volvió a escribir lo hizo lanzando poemas donde el dolor y el aislamiento la capturan irremediablemente y la predisponen a la compasión; el pudor de la poetisa se impone pero sin lograr escapar del manto de orfandad y llanto que le producen la falta de amor de sus seres queridos y del que ahora la posee, que le arrebatan su cariño elevándola hacia a los límites insondables de los celos.
Su último poema, titulado “La Pastora”, nos hace estar frente a una mujer temerosa del porvenir pero recia en sus pasiones. La veta poética aflora macizamente al sentir que sus padecimientos se dilatan por la presencia del ser que añora a quien le invita a vivir sin deslumbramientos pero sí de señera modestia, ofreciéndole morar en una mansión honrada donde no falte la presencia de Dios. Esta es parte de la vida de la Primera Poetisa de nuestra Región La Libertad.

1 comentario:

  1. Ha estado muy emocionante conocer la vida de Julia y ahora de poder leer sus poesías un ejemplo para las jóvenes de la Libertad

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