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Escritores Peruanos


RICARDO PALMA
Nació un 7 de febrero de 1883 en Lima. Sus padres fueron Pedro Palma Castañeda y Guillerma Carrillo, aunque algunos creen que este es el nombre de la abuela materna y que su madre fue la esposa, Dominga Soriano. Nació en el seno de una familia humilde, en Lima. Asistió a la escuela para párvulos de Pascual Guerrero, a la de Antonio Orengo y a la de Clemente Noel. Después siguió leyes en el Convictorio de San Carlos (aunque algunos cuestionan éste dato como una superchería del autor y otros dicen que probablemente fuera alumno externo) A los 15 años comenzó su carrera literaria, primero escribiendo poesía y dramas. Fue a esa edad que empezó a usar, junto con el primer nombre, su segundo, Ricardo, que después ya utilizaría solo, sin el primero original de Manuel. También desde joven se mezcló en política, y en 1857 secundó la sublevación del general Manuel Ignacio de Vivanco contra el presidente Ramón Castilla, por lo que fue separado del ejercicio de su cargo en el Cuerpo Político de la Armada del Perú. Se inició como masón en la «Logia Chalaca Concordia Universal» el 4 de julio de 1855, cuando tenía 22 años, siendo Venerable Maestro Damián Alzamora, Orador Antonio Álvarez del Villar y Secretario José Antonio Barboza.  En la Armada, a la que ingresó como oficial tercero en 1853, sirvió en la goleta Libertad, el bergantín Almirante Guisse, el transporte Rímac donde el primero de marzo de 1855 estuvo a punto de morir a consecuencia del naufragio de la nave y el vapor Loa.  Tomó parte en el desembarco de Guayaquil en 1859, durante la guerra con Ecuador.
 En noviembre de 1860 participó en el fallido asalto a la casa presidencial que acometió un grupo de civiles y militares de tendendica liberal, liderados por José Gálvez. El fracaso del golpe contra Castilla lo obligó a abandonar el Perú y el 20 de diciembre se embarcó con destino a Chile. En Valparaíso, adonde arribó a fines de mes, frecuentó los salones literarios, fue miembro de la Sociedad de Amigos de la Ilustración y colaboró en la Revista del Pacífico y en la Revista de Sud-América. Los casi tres años que pasó en esa ciudad durante los cuales realizó frecuentes viajes a Santiago fueron literariamente «intensos y fructíferos». Allí conoció a José Victorino Lastarria, Guillermo Blest Gana y otros escritores, y en las revistas mencionadas publicó textos importantes: poesías, siete tradiciones y lo que después derivaría en los Anales de la Inquisición de Lima que aparecerían en la capital peruana a su regreso y con el que puede decirse que «comienza la plenitud literaria de Palma».
Regresó al Perú en agosto de 1863, después de ser amnistiado, y en julio de año siguiente fue nombrado cónsul en el Pará, Brasil, cargo que aparentemente no llegó a ejercer: obtuvo una licencia y viajó a Europa: El Havre, París, Londres. En 1865 retornó vía Estados Unidos se quedó un tiempo Nueva York, cuando Perú está ya en pleno conflicto con España. Con el puerto del Callao bloqueado, Palma desembarca probablemente en Paita y es nombrado asistente de Gálvez, ministro de Guerra y Marina. Ambos participan, desde la torre La Merced del Callao, en el combate contra la escuadra española el dos de mayo de 1866, en el que Galvéz murió cuando una bomba, disparada desde la fragata española Almansa o desde la Blanca, cayó en unos depósitos de pólvora. Palma se salva milagrosamente: había abandonado la torre minutos antes de la explosión.  Fue miembro correspondiente de la Real Academia Española (1878) y de la Peruana de la Lengua que presidió desde su fundación en 1887 hasta su renuncia en 1918, cuando pasa a ser director honorario, y de otras prestigiosas instituciones.
Casado desde 1876 con Cristina Román Olivier, tuvieron 7 hijos (alguno fallecido prematuramente): Félix Vital, Angélica, una de las fundadoras del movimiento feminista peruano, Ricardo, Peregrina Augusta, Cristina, Cristián y René Cristina. Antes tuvo un hijo natural con Clemencia (o Clementina) Ramírez: Clemente Palma, quien se convertiría en un destacado escritor. Murió en Miraflores, Lima, 7 de octubre de 1919 a sus 86 años.

MARIO VARGAS LLOSA
(Arequipa, Perú, 1936) Escritor peruano. Mario Vargas Llosa pasó su infancia entre Cochabamba (Bolivia) y las ciudades peruanas de Piura y Lima. A los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del Inca (1952). 
Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Viajó a Europa, donde empezó a trabajar en la Radio Televisión Francesa y fue profesor en el Queen Mary College de Londres.
Vargas Llosa publicó su primera obra, Los jefes (1959), con veintitrés años apenas, y con la novela La ciudad y los perros (1962) se ganó ya un prestigio entre los escritores que por aquel entonces gestaban el inminente «boom» literario iberoamericano. Estableció su residencia primero en París y luego en Londres (1867), de donde se trasladó a Washington y Puerto Rico.  Su madurez literaria llegó con La casa verde (1966), verdadera exhibición de virtuosismo literario, cuya prosa integra abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos, recursos que empleó también en parte en Los cachorros (1967) y en Conversación en la catedral (1969), áspero retrato de la dictadura peruana de Manuel Odría.
En su quehacer novelístico posterior destacan Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), en la que aborda la problemática social y religiosa de Iberoamérica, y ¿Quién mató a Palomino Moreno? (1986), basada en una investigación policial. La labor de Mario Vargas Llosa como crítico literario se refleja en sus ensayos García Márquez: historia de un deicidio y La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). En 1976, con José María Gutierrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las visitadoras.
En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge. Impulsor del partido Frente Democrático, Mario Vargas Llosa se presentó como cabeza de lista en las elecciones peruanas de 1990, en las que fue derrotado por Alberto Fujimori.
Otras suyas son La señorita de Tacna (1981), Contra viento y marea (1983), Historia de Mayta (1984) y El hablador (1988). En 1994 recopiló sus colaboraciones periodísticas en Desafío a la libertad y en 1997 apareció su novela erótica Los cuadernos de don Rigoberto, en la misma línea de su anterior Elogio de la madrastra (1988). Obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1986, el Premio Planeta de 1993 por Lituma en los Andes y el Premio Cervantes en 1995. Desde 1984 es miembro de la Real Academia Española.


ABRAHAM VALDELOMAR
Escritor peruano. Nació en la ciudad de Ica el 27 de abril de 1888 y murió en Ayacucho el 3 de noviembre de 1919. Abraham Valdelomar fue hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de Carolina Pinto. Siguió sus estudios primarios en la ciudad de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de Chincha, y los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe de Lima (1900-04), donde fundó la revista La Idea Guadalupana (1903) al lado de su compañero Manuel A. Bedoya.
En 1905 Valdelomar se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero dejó las clases al año siguiente para emplearse como dibujante en las revistas Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde también trabajó como director artístico. En 1909 publicó sus primeros versos de estilo modernista en la revista Contemporáneos y al año siguiente decidió reanudar sus estudios, aunque la universidad nunca le interesó mucho, y en 1913 terminó por abandonarla definitivamente.
En 1910, a raíz de un conflicto con Ecuador, Abraham Valdelomar sentó plaza de soldado como integrante del "Batallón Universitario", formado por estudiantes de San Marcos, y durante el acuartelamiento escribió una serie de crónicas bajo el título "Con la argelina al viento" que fueron publicadas en El Diario y La Opinión Nacional de Lima entre abril y junio de 1910, y que le valieron un premio por parte del Municipio de Lima; posteriormente viajó con una delegación universitaria al sur del país, visitando Arequipa, Cuzco y Puno.
El mismo año de 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar en las revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron por entregas en las mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La ciudad muerta -donde hizo manifiesta la influencia recibida por parte del escritor italiano Gabriele D´Annunzio-, iniciando también su colaboración con el diario La Prensa de la capital peruana. En 1912 participó en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst, siendo elegido presidente del Centro Universitario billinghurista, y, luego del triunfo de su candidato, llegó a ser nombrado administrador de la Imprenta del Estado y director del diario oficial El Peruano (X-1912 a V-1913).
Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo Secretario de la Legación del Perú en Italia (12-V-1913), embarcándose con destino a Europa el 30 de mayo. Después de pasar por Panamá, Cuba y Nueva York, llegó a Roma (7-VIII-1913), asumiendo inmediatamente sus funciones. Su estancia en esta ciudad la aprovechó para escribir una serie de artículos que bajo el nombre de "Crónicas de Roma" publicó en los diarios limeños La Nación (XI-1913 a I-1914) y La Opinión Nacional (V-1914 a VII-1914), pero definitivamente lo más importante de su estancia en Italia fue su participación en el concurso literario organizado por La Nación con el cuento "El Caballero Carmelo", que resultó ganador del primer premio (3-I-1914). Luego de enterarse del derrocamiento del presidente Billinghurst, renunció a su cargo diplomático (6-II-1914) y regresó a Lima. De nuevo en la capital peruana, y luego de una fugaz detención por conspirar contra el nuevo gobierno (VI-1914), Valdelomar comenzó a trabajar como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero (1914-15). Bajo la influencia de Riva-Agüero escribió su primer libro titulado La Mariscala (Lima, 1914), biografía novelada de Francisca Zubiaga (1803-35), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura importante de la política peruana durante algunos años. Para entonces Valdelomar ya era un colaborador frecuente de numerosas publicaciones limeñas como los diarios El Comercio y La Crónica, y las revistas Balnearios, Mundo Limeño y Variedades, en las que publicaba sus poemas, cuentos y artículos.
Sin embargo, su labor como periodista estuvo ligada al diario La Prensa, donde tuvo a cargo la sección "Palabras" desde julio de 1915 hasta su alejamiento del diario en 1918. También publicó en La Prensa sus "Crónicas frágiles", donde hizo conocido su seudónimo de El Conde de Lemos; y los "Diálogos máximos", a manera de conversaciones entre dos personajes, Manlio y Aristipo, a través de los cuales descubrimos las personalidades de Valdelomar y del escritor José Carlos Mariátegui.
Abraham Valdelomar también publicó en el mismo diario sus crónicas tituladas "Impresiones"; la columna "Fuegos fatuos", donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre la guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de "Al margen del cable". En 1917 ganó el concurso organizado por el Círculo de Periodistas del Perú con su artículo "Ensayo sobre la sicología del gallinazo". 
Valdelomar, quien a su regreso de Europa se había convertido en el líder de un grupo de jóvenes escritores, decidió fundar su propia revista literaria, donde pudiera exponer los trabajos que estuvieran acordes con los gustos literarios de la nueva generación que representaba. Así, el 15 de enero de 1916 apareció el primer número de Colónida, revista dirigida por Valdelomar que a pesar de su corta duración -sólo publicó cuatro números, el último de mayo de 1916- tuvo una gran repercusión en el ambiente cultural peruano, al punto que comenzó a hablarse de un "movimiento Colónida".
Sin embargo, la importancia de esta revista no puede ser magnificada. Se ha sostenido que la revista pretendía ser una bandera de revolución estética y un intento de dar a conocer a los nuevos escritores provincianos, pero es indudable que sus resultados no fueron siempre los deseables. A pesar de todo, habría que reconocerle el mérito de rescatar del olvido la figura de José María Eguren (1874-42), el primer escritor peruano que merece con justicia el calificativo de poeta. El mismo año se publicó el libro Las Voces Múltiples (Lima, 1916), que reunía poesías de ocho escritores vinculados a Colónida, entre ellos Valdelomar. El libro recoge los poemas "El hermano ausente en la cena de Pascua..." y "Tristitia", considerados los mejores de su producción poética, donde se describe el ambiente familiar y la sensación de ausencia y soledad que embarga al poeta. Posteriormente publicó los que serían sus últimos libros: Belmonte, el trágico, Ensayo de una estética futura a través del arte nuevo (Lima 1918), sobre la filosofía estética del toreo en Juan Belmonte -tema sobre el que confiesa no encontrarse versado-, y su exitoso primer volumen de cuentos bajo el título de El Caballero Carmelo (Lima, 1918).
En enero de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó una breve colaboración con la revista Sud América. Es entonces cuando el escritor decide recorrer el territorio peruano como conferenciante, para lo cual emprendió un viaje al norte del país (V-1918 a XII-1918) visitando las ciudades de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura, así como diversos pueblos en los cuales dio charlas sobre temas estéticos, patrióticos y sociales. Mientras, tanto había postulado a la diputación regional de Ica y, al ser elegido para el cargo (24-VIII-1919), viajó a la ciudad de Ayacucho, sede del Congreso Regional del Centro. 
El 1º de noviembre de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras participaba en la segunda sesión preparatoria del Congreso, a consecuencia del cual murió al cabo de dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser embalsamados. Póstumamente se publicó Los hijos del sol (cuentos incaicos, Lima, 1921), conjunto de relatos escritos alrededor del año 1910, y Tríptico heroico (Lima, 1921), libro de poemas patrióticos dedicados a los niños de las escuelas del Perú. Su obra literaria, formada por los pocos libros que publicó y sus trabajos que se encuentran desperdigados en numerosas publicaciones periódicas, ha sido objeto de diversas recopilaciones, la última -y también la más completa- con el título de Obras (2 vols., Lima 1988).
Abraham Valdelomar es un caso excepcional dentro de la literatura peruana. Elogiado y atacado en vida como ningún otro escritor de su país, estuvo decidido a triunfar en su medio para lo cual no dudó en adoptar posturas desafiantes y escandalosas a la manera de Oscar Wilde, a quien seguramente quiso imitar. Sin embargo, detrás del decadentismo que solía mostrar en público y su apego a las frases brillantes e irónicas, se descubre un auténtico temperamento artístico, lleno de sentimiento y nostalgia, que se manifiesta en sus mejores poemas y en los cuentos criollos que forman su libro El Caballero Carmelo. Este contiene algunos de los mejores relatos escritos en el Perú.


JULIO RAMÓN RIBEYRO

(Lima, 1929 - 1994) Escritor peruano, figura destacada de la llamada Generación del 50 y uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Realizó sus estudios escolares en el Colegio Champagnat de Lima, para posteriormente ingresar a la Universidad Católica del Perú (1946), donde siguió estudios de Letras y Derecho. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid, adonde se trasladó en noviembre del mismo año.
En julio de 1953, y después de ganar un concurso de cuentos convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París para preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos eventuales, y alternando su estancia en Francia con breves temporadas en Alemania (1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957).
En 1958 regresó al Perú, y en septiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho, para ocupar el cargo de profesor y director de extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960 regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de embajador peruano ante la UNESCO (1986-90).  Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. En su país fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado también en 1994 con el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, uno de los galardones literarios de mayor prestigio en el ámbito cultural hispanoamericano.
La obra de Julio Ramón Ribeyro
Ribeyro es un narrador perteneciente a la Generación del 50, un grupo de escritores que buscó una renovación en la narrativa peruana, y que tuvo como tema preferente la descripción de los cambios producidos en la sociedad limeña, que comenzaba a sufrir por esos años un acelerado proceso de modernización.
Considerado uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos, entre los volúmenes de cuentos que publicó destacan Los gallinazos sin pluma (1955), Cuentos de circunstancias (1958), Las botellas y los hombres (1964), Tres historias sublevantes (1964), La juventud en la otra ribera (1973) y Sólo para fumadores (1987), que fueron reunidos en las recopilaciones La palabra del mudo (4 vols., 1973-92) y Cuentos completos (1994).
El espacio acotado por el autor es el de una burguesía limeña empobrecida, aunque incursiona a veces en ambientes marginales, manteniendo el esquema básico de la expectativa frustrada de los personajes, burócratas, seres grises y olvidados, sin voz, víctimas de la trama cruel de la expansión urbana y de una incipiente modernización. El trasfondo de estos relatos, a juzgar por la intención del narrador, es mostrar el fin del orden aristocrático en manos de una burguesía pragmática y vulgar.
En sus cuentos se percibe una constante argumental cíclica: el examen del entorno social y humano, que ratifica la certidumbre del fracaso de cualquier empeño; sus personajes, al final de cada historia, se encuentran siempre enfrentados a la frustración. Construyó así un mundo de poderosa coherencia interna, un universo dominado por un profundo escepticismo y un fatalismo derivados de la observación de la realidad. Este supuesto sustenta la sólida lógica interna de su cuentística, aun cuando es posible encontrar en ella matices de intensidad y tono. Cabe agregar que cultivó también relatos de corte fantástico, de excelente factura, pero que componen un conjunto menor.
Las fuentes literarias de Ribeyro se encuentran en los cauces del realismo del siglo XIX, y especialmente en la escritura de G. de Maupassant. A eso se debe, probablemente, que nunca se haya esforzado en ocultar una abierta preferencia por la concepción tradicional de la estructura y el lenguaje narrativos. Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional por su afinidad con los modelos clásicos, evitó las técnicas experimentales de la novela moderna. Sin embargo, pese a este aparente conservadurismo formal, sus cuentos fueron una contribución decisiva para consolidar el paso de la narrativa indigenista a la narrativa urbana en el Perú.
Aunque es más conocido por sus cuentos, publicó también tres novelas. La primera de ellas, Crónica de San Gabriel (1960), es la más lograda y se encuentra ambientada en una hacienda serrana, cuyos personajes reproducen el sistema de explotación, injusticia y violencia de la sociedad peruana de mediados del siglo XX. Su siguiente novela, Los geniecillos dominicales (1965), desarrolla el tema del desencanto juvenil a través de las vivencias de Ludo Totem, personaje en el cual descubrimos rasgos autobiográficos del autor. Cambio de guardia (1976) se aparta de las técnicas narrativas tradicionales usadas por el autor en sus obras anteriores para relatar la historia de un golpe de Estado militar que cuenta con el apoyo de la oligarquía peruana. En todas estas novelas el autor retoma los temas de sus cuentos, mostrándonos su visión escéptica de la vida y reafirmando su preferencia por los personajes marginales.
Ribeyro es también autor de Prosas apátridas (1975), conjunto de breves apuntes, digresiones y reflexiones sobre la actividad literaria, y de la serie de aforismos Dichos de Luder (1989). El ensayo y la crítica literaria están representados dentro de su obra por los artículos reunidos en La caza sutil (1976). Es autor además de ocho piezas de teatro (algunas muy breves), entre las que destacan Santiago, el pajarero, inspirada en una tradición del escritor Ricardo Palma e incluida en una recopilación de su Teatro (1975), y Atusparia (1981), que desarrolla en forma libre el tema del levantamiento armado encabezado por un alcalde indígena en la sierra peruana en 1885.
Según el mismo autor, sus obras de teatro son retóricas y discursivas, construidas más sobre la palabra que sobre la acción, lo que ha restado posibilidades a su puesta en escena. Durante sus últimos años de vida comenzó la publicación de su diario personal con el expresivo título de La tentación del fracaso, del que se han publicado los tomos correspondientes a los años 1950-1960 (1992), 1960-1974 (1993) y 1975-1978 (1995). Póstumamente se dio a conocer la correspondencia que mantuvo con su hermano, de la que se ha publicado un volumen bajo el título Cartas a Juan Antonio. Tomo I: 1953-1958 (1996).

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
(Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969) Escritor y etnólogo peruano, renovador de la literatura de inspiración indigenista y uno de los más destacados narradores peruanos del siglo XX. Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de sirviente.
En 1921 se escapó con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron en la hacienda Viseca, donde vivieron dos años en contacto con los indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en 1923 los recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por diversos pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse en Abancay.
Después de realizar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser apresado por participar en una manifestación estudiantil a favor de la República Española. Después de permanecer alrededor de un año en la prisión El Sexto, fue nombrado profesor de castellano y geografía en Sicuani, en el departamento de Cuzco, cargo en que descubrió su vocación de etnólogo. En octubre de 1941 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro (1942), reasumió su labor de profesor de castellano en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta que en 1949 fue cesado por considerársele comunista.
En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore en el Ministerio de Educación, para posteriormente ser promovido a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho del mismo ministerio (1950-52). En 1953 fue nombrado Jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana, y el mismo año comenzó a publicar la revista Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario), la cual dirigió durante diez años.
A este cargo sucedieron el de director de la Casa de la Cultura del Perú (1963-1964) y director del Museo Nacional de Historia (1964-1966), desde los cuales editaría las revistas Cultura y Pueblo e Historia y Cultura. También fue profesor de etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (1950-53), catedrático del Departamento de Etnología de la Universidad de San Marcos (1958-68), y profesor en la Universidad Nacional Agraria de la Molina desde 1964 hasta su muerte, ocurrida a consecuencia de un balazo que se disparó en la sien y que ocasionaría su fallecimiento cuatro días después. Fue galardonado con el Premio Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias Sociales (1958) y Literatura (1959, 1962) y con el Premio Inca Garcilaso de la Vega (1968).
La obra de José María Arguedas
La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende, además de obras de ficción, trabajos, ensayos y artículos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros aspectos de la cultura peruana. La circunstancia especial de haberse educado dentro de dos tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una delicada sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de una manera desgarradora.
Por otro lado, en Arguedas la labor del literato y la del etnólogo no están nunca totalmente disociadas, e incluso en sus estudios más académicos encontramos el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque no era diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada especialmente en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos. Arguedas vivió un conflicto profundo entre su amor a la cultura indígena, que deseaba se mantuviera en un estado "puro", y su deseo de redimir al indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la añoranza a las formas tradicionales de la vida andina hizo que postulara un estatismo social, en abierta contradicción con su adhesión al socialismo. Su obra revela el profundo amor del escritor por la cultura andina peruana, a la que debió su más temprana formación, y representa, sin duda, la cumbre del indigenismo peruano. Dos circunstancias ayudan a explicar la estrecha relación de Arguedas con el mundo campesino. En primer término, que naciera en una zona de los Andes que no tenía mayor roce con estratos occidentalizados; en segundo lugar, que a la muerte de su madre, su madrastra lo obligara a permanecer entre los indios. De esa manera asimiló la lengua quechua, y lo mismo sucedió con las costumbres y los valores éticos y culturales del poblador andino. 
Esta precoz experiencia, vivida primero y simbolizada en su escritura por la oposición indios/señores, se vería más tarde reforzada con los estudios antropológicos. Como resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió entre dos mundos no sólo distintos, sino además en contienda. De allí surgió su voraz voluntad de interpretar la realidad peruana, la permanente corrección de sus ideas sobre el país y la definición de su obra como la búsqueda de una imagen válida de éste.
Ya desde sus primeros relatos se advierte la problemática que terminaría por presidir toda su escritura: la vida, los azares y los sufrimientos de los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú. Allí también se presenta esa escisión esencial de dos grupos, señores e indios, que será una constante en su obra narrativa. El espacio en que se desarrollan sus relatos es limitado, lo que permite a esta oposición social y cultural mostrarse en sus aspectos más dramáticos y dolorosos. Ya el derrotero de Arguedas está trazado; aunque en su fuero interno vive intensamente la ambigüedad de pertenecer a dos mundos, su actitud literaria es muy clara, en la medida en que determina una adhesión sin atenuantes al universo de los indígenas, generando dos cauces de expresión que se convertirán en sendos rasgos de estilo: la representación épica y la introspección lírica.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que describen aspectos de la vida en una aldea de los Andes peruanos. En estos relatos se advierte el primer problema al que se tuvo que enfrentar en su narrativa, que es el de encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se pudieran expresar en idioma español sin que sonara falso. Ello se resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje inventado": sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta el ritmo sintáctico del quechua.
En Agua los conflictos sociales y culturales del mundo andino se observan a través de los ojos de un niño. El mundo indígena aparece como depositario de valores de solidaridad y ternura, en oposición a la violencia del mundo de los blancos.
En Yawar fiesta, de 1941, Arguedas plantea un problema de desposesión de tierras que sufren los habitantes de una comunidad. Con esta obra el autor cambia algunas de las reglas de juego de la novela indigenista, al subrayar la dignidad del nativo que ha sabido preservar sus tradiciones a pesar del desprecio de los sectores de poder. Este aspecto triunfal es, de por sí, inusual dentro del canon indigenista, y da la posibilidad de entender el mundo andino como un cuerpo unitario, regido por sus propias leyes, enfrentado al modelo occidentalizado imperante en la costa del Perú.
En Los ríos profundos, de 1958, propone la dimensión autobiográfica como clave interpretativa. En esta obra se nos muestra la formación de su protagonista, Ernesto (que recobra el nombre del niño protagonista de algunos de los relatos de Agua), a través de una serie de pruebas decisivas. Su encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida en un colegio, su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el descubrimiento angustioso del sexo son algunas de las etapas a través de las cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los indios asume cada vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los blancos.
La novela siguiente, El Sexto, publicada en 1961, representa un paréntesis con respecto al ciclo andino. "El Sexto" es el nombre de la prisión de Lima donde el escritor fue encarcelado en 1937-1938 por la dictadura de Benavides. El infierno carcelario es también una metáfora de la violencia que domina toda la sociedad peruana.
Con Todas las sangres, de 1964, Arguedas reanudó, sobre bases más amplias, la representación del mundo andino. Del relato autobiográfico se pasa a un cuadro general que comprende las transformaciones económicas, sociales y culturales que suceden en la sierra peruana. A través de la historia de una familia de grandes latifundistas, el autor afronta las consecuencias del proceso de modernización que avanza sobre un mundo todavía feudal.
 Todas las sangres es un proyecto narrativo de largo aliento y mucho más ambicioso, pues pretende sopesar todos los modelos que se presentan como alternativos para construir y configurar la sociedad peruana. A ello obedece su estructura coral, en la cual se enfrentan el proyecto capitalista, el orden feudal y un boceto de capitalismo nacional. Pero el autor invalida cada uno de ellos, proponiendo como legítimo un modelo social comunitario que no desdeña, empero, la modernización. Todas las sangres eleva el problema indígena a problema nacional, e incluso le brinda un tinte universal, en la medida en que el conflicto expresado en la novela corresponde ya en ese momento al llamado Tercer Mundo.
La última novela de Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, que se publicó póstuma en 1971, quedó inacabada por el suicidio del escritor. Los capítulos que consiguió escribir están ambientados en Chimbote, un puerto pesquero del norte, que sufre un desarrollo impetuoso y caótico. El autor alterna la representación dramática de los costes humanos de este crecimiento, especialmente la pérdida de identidad cultural de los indios trasplantados a la ciudad, con apuntes de diario, de los cuales emerge la decisión, cada vez más inexorable, de suicidarse.
La imagen literaria de Arguedas se completa también con sus Relatos completos, reunidos en 1975, y con importantes investigaciones antropológicas y folclóricas, además de su producción poética en lengua quechua.

SANTIAGO RAFAEL RONCAGLIOLO

Santiago Rafael Roncagliolo Lohmann nació en Lima en 1975. Escritor, dramaturgo, guionista, traductor y periodista.
Pasó parte de su infancia en Arequipa. Su familia dejó el país en 1977 debido al gobierno militar instaurado en Perú en 1968, que llevó a su padre (analista político) a salir temporalmente al extranjero. La familia posteriormente regresó al país y Santiago cursó sus estudios en el Colegio de la Inmaculada. En Lima primero publicó libros para niños y una obra de teatro (Tus amigos nunca te harían daño). En el año 2000 se mudó a España y allí reside en la actualidad. Hasta ahora ha ejercido el oficio de negro literario (escribir libros publicados bajo el nombre de otra persona). Incluso tuvo que trabajar limpiando casas en España para subsistir. Actualmente su nombre es reconocido dentro de la literatura del mundo hispanohablante.


JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

(José Carlos Mariátegui La Chira; Moquegua, 1894 - Lima, 1930) Ensayista peruano, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la reflexión sobre la cultura y sociedad de su país. Destacado activista político, fue además el fundador del Partido Socialista Marxista Peruano.
Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui en 1882, en el pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue abandonada por su marido, quien la dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima, José del Carmen Eliseo cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en Huacho, Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue tratado en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia Francesa, finalmente quedó cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios escolares. Durante su convalecencia inició su formación autodidacta con su madre y su hermana mayor.
Para contribuir al sostén de la familia entró a trabajar en el diario La Prensa como ayudante en los talleres de linotipia y fue ascendiendo lentamente dentro del periódico. Su deseo de incorporarse al grupo de redactores lo motivó a publicar en 1911 un artículo sin autorización, pero a principios de 1914, tras un duro período de aprendizaje periodístico, comenzó a escribir regularmente como redactor con el seudónimo de Juan Croniqueur. Más adelante colaboraría en diferentes revistas sociales e hípicas como Mundo Limeño, Lulú, El Turf, Vesperal y Alma Latina.
Su amistad con Abraham Valdelomar le permitió entrar a formar parte del entorno del grupo Colónida. Además de sus crónicas periodísticas, escribió cuentos, poemas y dos obras teatrales, tituladas Las Tapadas y La Mariscala, escritas en colaboración con Julio de la Paz y Abraham Valdelomar, respectivamente, que no recibieron buenos comentarios de la crítica.
A mediados de 1916 pasó al diario El Tiempo para realizar la crónica parlamentaria, lo cual le permitió conocer la política de su época desde dentro. Sin embargo, mantuvo algunas de sus actitudes decadentistas, las cuales motivarían un escándalo en noviembre de 1917, cuando, acompañado de la bailarina suizo-argentina Norka Rouskaya y de un grupo de escritores, se introdujeron a medianoche en el cementerio de Lima para ver danzar a la bailarina la Marcha Fúnebre de Chopin.
Durante 1918, bajo la influencia de la revolución rusa, la prédica del presidente norteamericano Wilson, la revista España de Luis Araquistain y de las ideas de Víctor Maúrtua, Mariátegui se adhiere al socialismo y lanza la revista Nuestra Época, dirigida por él mismo y por César Falcón, de la que sólo vieron la luz dos números, debido a la publicación de un artículo antimilitarista que motivó un ataque callejero a un grupo de oficiales. Junto a otros intelectuales y algunos obreros, fundó el Comité de Propaganda y Organización Socialista, que tuvo muy corta vida debido a divergencias internas. Por el mismo motivo abandonó diario El Tiempo a principios de 1919 y fundó La Razón. Codirigido con César Falcón, dicho periódico apoyó la lucha obrera y la reforma universitaria.
Tras el golpe de Augusto B. Leguía, el 4 de julio de 1919, su línea periodística fue de radical oposición al régimen, motivo por el cual la Imprenta Arzobispal se negó a continuar editando el diario. En este estado de cosas, el gobierno de Leguía ofreció becas para viajar a Europa, así que Mariátegui partió hacia Italia y César Falcón hacia España.
En Europa se quedaría Mariátegui hasta principios de 1923, en un periplo en el que recorrió Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría y Checoslovaquia, aprendió varios idiomas y consolidó su formación política e ideológica, adhiriéndose al marxismo y a la línea de la Tercera Internacional o Comintern. Participó como testigo en importantes eventos como el Congreso del Partido Socialista Italiano en Livorno, el Congreso Económico Mundial auspiciado por la Sociedad de las Naciones, y las huelgas obreras en el norte de Italia. Fue también testigo de excepción de las consecuencias de la Gran Guerra europea: la situación alemana, el problema de las reparaciones, la derrota del gobierno soviético húngaro y el ascenso del fascismo italiano. Sus impresiones fueron publicadas por el diario El Tiempo bajo el epígrafe general de "Cartas de Italia".
En Europa, junto con los peruanos Carlos Roe, Palmiro Machiavelo y César Falcón, fundó la primera Célula Comunista peruana, que intentaba impulsar la organización independiente de los obreros peruanos. En 1920 se casó con Anna Chiappe. En marzo de 1923 regresó al Perú y se incorporó a las Universidades Populares Gonzales Prada, en donde inició una campaña de difusión de las nuevas tendencias políticas europeas y de adhesión a la revolución bolchevique de Rusia, a través de un ciclo de conferencias titulada Historia de la Crisis Mundial. Para poder sostenerse inició sus colaboraciones en la revista Variedades, publicando artículos sobre temas europeos bajo el epígrafe general de "Figuras y Aspectos de la Vida Mundial".
Cuando Haya de la Torre fue deportado como consecuencia de las protestas del 23 mayo de 1923 contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús, Mariátegui asumió la dirección de la revista Claridad, dándole una nueva orientación, e impulsó la creación de la Editorial Obrera Claridad con el fin de publicar y difundir las nuevas ideas. Todas estas actividades se vieron afectadas en mayo de 1924 por una crisis de su enfermedad infantil que le obligó a la amputación de su pierna derecha, condenándolo a usar una silla de ruedas por el resto de su vida.
A pesar de ello, Mariátegui reanudó sus colaboraciones en Variedades y en la revista Mundial, bajo el epígrafe general de "Peruanicemos al Perú". En octubre de 1925 funda con su hermano Julio César la Editorial Minerva y publica su primer libro: La Escena Contemporánea. A principios de 1926 se adhiere a la organización de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) impulsada por Haya de la Torre y definida como un frente único de obreros manuales e intelectuales.
En setiembre de 1926 fundó la revista Amauta. Considerada la más importante y paradigmática del siglo XX, en sus páginas se publicaron importantes trabajos de la nueva generación intelectual. Además de las nuevas corrientes intelectuales, políticas, artísticas y literarias de Europa, Amauta fue expresión de las dos tendencias más importantes del Perú de los años 20: el indigenismo y la vanguardia. En junio de 1927, la revista Amauta fue clausurada por la supuesta existencia de un "complot comunista" para derrocar al gobierno de Leguía. Apresado en el hospital militar de San Bartolomé, una campaña internacional abogó por su libertad. Aunque liberado, la revista Amauta tardaría en aparecer, por lo que Mariátegui estudiaba la posibilidad de trasladarse a Buenos Aires o a Montevideo.
En abril de 1928 se produjo la ruptura entre Mariátegui y Haya de la Torre por las discrepancias con respecto a la organización de la APRA. Mariátegui denunció la ruptura unilateral de la política de frente único por la de partido único, y la práctica política basada en "el bluff y la mentira" propia de la política civilista. En este contexto, Mariátegui tomó contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional y envió delegados al IV Congreso de la Sindical Roja o Profintern en Moscú y al Congreso de los Países Orientales en Bakú. Con ello se iniciaron los vínculos de Mariátegui y sus colaboradores con la Tercera Internacional.
Acorde con la nueva situación, la revista Amauta se define socialista en setiembre de 1928. Semanas después, el 8 de octubre se funda el Partido Socialista y Mariátegui es elegido Secretario General. El nombre del partido no estaba acorde con los requisitos solicitados por la Tercera Internacional para ser reconocidos como su sección peruana, lo cual dio lugar a una serie de presiones para cambiar dicho nombre por el de Partido Comunista. A fines de 1928 publica sus Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, uno de los libros más lúcidos escritos sobre los problemas del Perú. La alternativa planteada por Mariátegui se basa en una interpretación marxista de la realidad peruana, aunque heterodoxa dentro del dogma comunista de la época.
Inició además, a través de la edición del quincenario Labor, que apareció en noviembre de 1928, una campaña pro fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), cuyo Comité Organizador se creó en mayo de 1929. Al mismo tiempo envió delegados al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires. Allí se manifestaron abiertamente las discrepancias entre las tesis peruanas y las del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional. Sin embargo, Mariátegui fue elegido miembro del Consejo General de la Liga Antimperialista, organismo impulsada por la Tercera Internacional.
En setiembre de 1929 la casa de Mariátegui fue allanada nuevamente, esta vez tras la denuncia de un supuesto "complot judío". El quincenario Labor fue clausurado y ya no aparecería más. Mariátegui decidió entonces viajar a Buenos Aires. Buscó el apoyo del escritor argentino Samuel Glusberg y del peruano Luis Alberto Sánchez, que en ese entonces se hallaba en Chile. Propició el ingreso de Eudocio Ravines, exiliado peruano en Europa, para que se ocupase de la Secretaría General del Partido Socialista.
En febrero de 1930 Eudocio Ravines asume la Secretaría General y Mariátegui finaliza su viaje a Buenos Aires. Pero a fines de marzo una recaída de su vieja dolencia infantil obligó a internarlo en la Clínica Villarán, donde falleció el 16 de abril. Muerto Mariátegui y bajo recomendación del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, el 20 de mayo se cambió el nombre del Partido Socialista por el de Partido Comunista.
Hasta 1919, fecha en que volvió al Perú después de permanecer tres años en Europa, duró lo que él llamó su "edad de piedra" para referirse a la evolución de su pensamiento. De regreso a Lima, inició la ya relatada campaña de proselitismo ideológico, hasta declararse "marxista convicto y confeso": en esa época fundaría la Confederación General de Trabajadores y el Partido Socialista.
Un hito fundamental de su trayectoria fue la fundación de la famosa revista Amauta (1926-1930), que contribuyó a difundir no sólo el ideario socialista, sino también las principales manifestaciones de la vanguardia, y que propició la discusión de los problemas más sensibles del Perú de entonces, como la cuestión indigenista, en la que tomó partido concibiendo el indigenismo dentro de un contexto más amplio, alejándose de la ortodoxia de considerar a este movimiento la única vía posible de expresión para el arte y la literatura peruana.
Sus ideas en esta etapa tienen dos claros referentes doctrinarios: el materialismo histórico y el socialismo marxista; con ellos, articuló de manera sólida y coherente una visión del Perú que hasta hoy sigue siendo referencia obligada. En ese sentido, uno de sus libros más difundidos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), representa un auténtico paradigma de análisis político, social y cultural, y coloca a Mariátegui como iniciador del ensayo como materia y estructura en la literatura nacional.
En el primer ensayo de los contenidos en dicha obra, se estudia brevemente la evolución de la economía peruana, subrayando la influencia negativa que para el desarrollo de la economía capitalista en el Perú ejerce el régimen feudal imperante. En el segundo se ocupa del problema del indio y propugna un nuevo planteamiento que lo vincule al de la propiedad de la tierra. El régimen de propiedad agraria es el tema del tercer ensayo. En él se hace un profundo y minucioso examen de la situación de la economía agrícola en las diversas regiones del Perú y de los problemas jurídicos y sociales ligados a ella. El cuarto, titulado "El Proceso de la Instrucción Pública", constituye una contribución al análisis de los problemas que plantea la educación peruana, desde la perspectiva del socialismo.
El quinto de los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana estudia la función que la religión ha tenido en la vida peruana. En el sexto, titulado "Regionalismo y Centralismo", el autor toma posición en el debate entre los defensores de la organización central y los federalistas. Frente a ellos, defiende un nuevo regionalismo, opuesto tanto al centralismo que olvida los intereses de las provincias, cuanto al regionalismo de cepa feudal. En el séptimo y último ensayo se hace una revisión del proceso de la literatura peruana. Mariátegui señala la dependencia de ésta respecto a la organización económica del Perú en sus diversas etapas históricas y destaca, como rasgos característicos de la literatura de la época, la liberación del espíritu colonial, la tendencia creciente a aproximarse a la vida nacional y la influencia del espíritu cosmopolita.
Su posición marxista decidida y apasionada lo llevó con frecuencia a la polémica, y fruto de ella fue su trabajo titulado Defensa del marxismo, frente a la posición revisionista del político y teórico belga Henri de Man. Cabe anotar un rasgo peculiar de su pensamiento marxista, al que él consideraba no calco ni copia, sino "creación heroica": su heterodoxia, especialmente en el terreno del análisis literario.
En efecto, Mariátegui rebasó las fronteras del historicismo positivista y los límites que imponía el marxismo al arte, y al mismo tiempo concibió la literatura como un fenómeno estético, histórico y social. Asimismo, es valiosa su periodización de la literatura peruana en tres fases: colonial, cosmopolita y nacional. Fue por tanto un agudo crítico de la cultura de su tiempo y mantuvo siempre una sensibilidad despierta y entusiasta ante las nuevas formas artísticas surgidas entre las décadas de 1920 y 1930. Su prematura muerte truncó su obra.

INCA GARCILASO DE LA VEGA


(Garcilaso de la Vega, llamado El Inca; Cuzco, actual Perú, 1539 - Córdoba, España, 1616) Escritor e historiador peruano. Era hijo del conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa incaica Isabel Chimpo Ocllo. Gracias a la privilegiada posición de su padre, que perteneció a la facción de Francisco Pizarro hasta que se pasó al bando del virrey La Gasca, el Inca Garcilaso de la Vega recibió en Cuzco una esmerada educación al lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro, mestizos e ilegítimos como él.
A los veintiún años se trasladó a España, donde siguió la carrera militar. Con el grado de capitán, participó en la represión de los moriscos de Granada, y más tarde combatió también en Italia, donde conoció al filósofo neoplatónico León Hebreo. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en religión. Frecuentó los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la traducción del italiano que el Inca Garcilaso hizo de los Diálogos de amor, de León Hebreo, que dio a conocer en Madrid el mismo año de su retiro.
Siguiendo las corrientes humanistas en boga, Garcilaso el Inca inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el pasado americano, y en especial en el del Perú. Considerado como el padre de las letras del continente, en 1605 dio a conocer en Lisboa su Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto, título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra contiene la crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los relatos que recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer en aquellos territorios la soberanía española para someterlos a la jurisdicción cristiana.
Por el heroísmo allí desplegado y las penalidades sufridas, la historia tenía harto aliciente para tentar a un escritor. Sorprende, no obstante, que Garcilaso lo eligiese, él que desconocía en absoluto aquel territorio y poseía en cambio tan directa información de su país natal, como mostraría después. El mismo Garcilaso se adelantó a explicarlo: la empresa de Soto le fue referida tan repetidamente por uno de sus participantes, que decidió exponerla por escrito, para lo que usó, además, de datos aportados por otros dos testigos. Lo hizo con bastante extensión (un libro por cada año) y mostró, sobre todo, sus dotes literarias acertando a reflejar la trágica belleza de aquel heroico intento. El título más célebre de Garcilaso el Inca, sin embargo, fueron los Comentarios reales. La primera parte de esta obra se publicó en la ciudad de Lisboa en 1609 y la segunda, que llevó el título puesto por los editores de Historia general del Perú, fue editada póstumamente en Córdoba (1617). Los Comentarios del Inca son una mezcla de autobiografía, reivindicación de su glorioso linaje e intento de dar una visión histórica del imperio incaico y su conquista por parte de los españoles. Esta conjunción de argumentos de diverso interés ha originado una larga polémica acerca de la verosimilitud histórica de los datos aportados por el Inca Garcilaso en sus escritos. En cambio, desde el punto de vista meramente literario, su prosa está considerada como una de las más elevadas manifestaciones de la lengua castellana y como una referencia inexcusable en la formación de una tradición literaria latinoamericana.
La primera parte de los Comentarios Reales (1609) aborda la historia y la cultura del Imperio Incaico, enalteciendo que el Cuzco fue "otra Roma", rebatiendo a quienes trataban de "bárbaros" a los indígenas peruanos. Su visión providencialista distingue un tiempo salvaje, anterior a la misión civilizadora de los incas; con éstos, en cambio, se instaló una etapa de alta civilización, a la cual los españoles debían perfeccionar con la evangelización, igual que Roma fue cristianizada en el Viejo Mundo. La segunda parte (la Historia General del Perú) enfoca la conquista, vista como gesta épica; el problema es que la conquista debió culminar en la cristianización del Perú, pero "la labor del demonio" azuzó los pecados capitales de los españoles, conduciéndolos a las guerras civiles, a la destrucción de sabias instituciones incaicas y a la política toledana adversa a indios y mestizos.
Artísticamente, el Inca Garcilaso de la Vega combinó hábilmente recursos de la epopeya, la utopía (género platónico de gran cultivo entre humanistas) y la tragedia. Epopeya y utopía se ligan y refuerzan hasta la mitad de La Florida y los Comentarios, anunciándose entonces la tragedia que termina precipitándose conforme se acerca el final de ambas crónicas. A pesar de esos finales desastrados, Garcilaso mira esperanzado el futuro, como claramente se manifiesta en la dedicatoria de la segunda parte de los Comentarios. Escritos a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud, de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del virreinato del Perú, los Comentarios constituyen, pese a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura hispanoamericana.


MARTÍN ADÁN
(Rafael de la Fuente Benavides; Lima, 1908 - 1985) Poeta y narrador peruano considerado uno de los fundadores, junto a José María Eguren y César Vallejo, de la poesía moderna en su país, así como un innovador en la prosa de ficción. Hijo de Santiago de la Fuente Santolalla (que falleció cuando Rafael tenía seis años) y Rosa Mercedes Benavides, hizo sus estudios en el Colegio Alemán de Lima (1916-26), donde tuvo como profesores al gramático español Emilio Huidobro y al poeta Alberto Ureta. En 1927 ingresó a la Universidad de San Marcos para cursar letras y derecho.
Ese mismo año aparecieron en la revista Amauta (firmados con el pseudónimo de Martín Adán, que mantendría toda su vida) algunos fragmentos de su libro La casa de cartón, publicado el año siguiente, y el poema Navidad. Durante los siguientes años publicó poemas y ejerció la crítica literaria en diversas revistas, principalmente Amauta y Mercurio Peruano, además de frecuentar las tertulias literarias de José María Eguren y José Carlos Mariátegui. En 1931 entró a trabajar en el departamento legal del Banco Agrícola del Perú, donde permaneció pocos años.
Martín Adán fue cayendo luego progresivamente en el vértigo de una honda crisis intelectual y emocional que lo llevó a una vida de autodestrucción por el alcohol. Escribía en servilletas o pedazos de papel con una caligrafía temblorosa; la protección de unos pocos amigos salvó parte de esos materiales heterogéneos y a veces incoherentes. En 1935 sufrió un primer internamiento en el Sanatorio de Magdalena, pero es a partir de 1937 cuando su residencia en sanatorios se hace más frecuente a causa del alcoholismo crónico. Durante su primer internamiento en el Hospital Larco Herrera (entre 1937 y 1941), finalizó De lo barroco en el Perú, su tesis doctoral en letras (1938).
A esta reclusión siguieron otras en el mismo hospital (de 1943 a 1946, de 1947 a 1949), hasta que alrededor de 1963 fue internado definitivamente en una clínica particular, que sólo abandonó en marzo de 1983 para volver a alojarse en el Hospital Larco Herrera, y a partir del año siguiente en el albergue Canevaro, que acabaría siendo la última morada del poeta.
Entre las distinciones que mereció se encuentran el Premio Nacional de Fomento a la Cultura en el área de poesía los años 1946 y 1961 y el Premio Nacional de Cultura de Literatura correspondiente al bienio 1973-1974. En 1956 fue elegido miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
La obra de Martín Adán
Martín Adán publicó en prosa La casa de cartón (1928) y De lo barroco en el Perú (1968), y los poemarios La rosa de la espinela (1939), Travesía de extramares (1950), Escrito a ciegas (1961), La mano desasida (1964), La piedra absoluta (1966) y Diario de poeta (1975). Parte de su obra se encuentra desperdigada en diarios y revistas: algunos fragmentos del poema "Aloysius Acker", destruido por el autor, los trabajos "Autores del primer siglo de la Literatura Peruana" (1939-40) y "Una primitiva bibliografía amazónica" (1942), el romance "La campana Catalina" y el poemario "Mi Darío".
Bajo el cuidado de Ricardo Silva-Santisteban se publicaron dos volúmenes que comprenden casi toda su producción literaria: Obra poética (1980) y Obras en prosa (1982); pero falta rescatar la gran cantidad de manuscritos inéditos que se encuentran en la colección de papeles personales de Martín Adán que se encuentra depositada en la Universidad Católica del Perú.
La obra de Martín Adán se ubica con claridad en una actitud que cuestiona abiertamente la tradición literaria y representa, al mismo tiempo, un caso radical de marginalidad o exilio interior en las letras peruanas. Desde La casa de cartón (1928), su temprana novela poemática, dejó traslucir un apego por la experimentación vanguardista. Sin abandonar nunca su aspiración antiliteraria, su poesía tomó sin embargo otro rumbo, pues la construyó con elementos culteranos que otorgaron un carácter de hermetismo místico a su búsqueda del absoluto y a la angustia con que el poeta expresó la incapacidad del lenguaje para aprehender el misterio de la existencia.
La casa de cartón fue la primera obra de Martín Adán y la que lo consagró como escritor con tan sólo veinte años. El libro carece de estructura y argumento novelescos y puede ser considerado prosa poética. Narra a manera de soliloquio las impresiones de un adolescente nostálgico que vive en el balneario de Barranco, situado al sur de la ciudad de Lima.
El ensayo De lo barroco en el Perú fue publicado por partes en la revista Mercurio Peruano y en forma íntegra en 1968, treinta años después que fuera presentado por el autor como tesis de doctorado en la Universidad de San Marcos. Sobre este extenso trabajo el poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen ha dicho que "con el pretexto de los que en la historiografía literaria peruana han sido denominados 'Los Románticos' (ellos mismos se llamaban 'Los Bohemios'), se debate y se dictamina sobre lo circunstancial y lo constante de nuestra literatura y, en mayor alcance, de lo que hace nuestra idiosincrasia como entidad, nuestro modo de ser como pueblo...".
En la poesía de Martín Adán destaca por un lado la revaloración que efectúa de las formas métricas clásicas y por otro lado su apego, en algunos poemas, a ciertos aspectos del vanguardismo. Su primer poemario, La rosa de la espinela (1939), publicado como sobretiro de la revista 3, es un conjunto de diez décimas octosílabas cuyo tema es la rosa como representación de la belleza. Travesía de extramares (1950) recoge a su vez alrededor de cincuenta sonetos, la mayoría de ellos, como los "Sonetos a la rosa", ya publicados anteriormente. Los textos, considerados herméticos por su lectura difícil y el empleo de vocabulario barroco y especializado, son reflexiones sobre el mar, la rosa, la música de Chopin y la creación artística.
En su siguiente libro, Escrito a ciegas (1961), el poeta optaría por el verso libre para responder con una composición poética a una carta de la literata argentina Celia Paschero en la que le preguntaba datos sobre su vida. La mano desasida (1964) es un poemario en verso libre del que existe una versión publicada por Juan Mejía Baca, amigo del poeta y editor de sus últimos libros, y otra bastante más amplia incluida en la Obra poética. Tanto esta obra como La piedra absoluta (1966) son reflexiones de signo metafísico sobre la condición humana que se hace el poeta ante las ruinas de Machu Picchu. En sus últimos trabajos, los poemas de "Mi Darío" y Diario de poeta (1975), el autor volvió a usar el soneto.


MARIANO MELGAR

Nació en Arequipa el 10 de agosto de 1790. Fueron sus padres don Juan de Dios Melgar y doña Andrea de Valdivieso, miembros de una distinguida familia y de holgada posición.
Fue bautizado dos días después de su nacimiento en la Catedral de Arequipa. Creció en su tierra natal, a los tres años ya sabía leer y escribir. Su hermano José Fabio Melgar afirmaba que a los ocho años ya manejaba el latín, y otros autores indican que además Melgar antes de cumplir los diez años llegó a dominar el inglés y francés. Estudia tempranamente en el Convento de San Francisco. 
Antes de los ocho años el ilustrado y digno obispo Chávez de la Rosa le confirió la prima tonsura y le vistió el hábito clerical. Esto significó a la larga un litigio que terminaría al cumplir Melgar sus 23 años, consistía en la obtención de una capellanía en una viña en el valle de Majes. 
Se debe mencionar que era el padre del poeta quien estaba interesado en que Mariano obtuviese dicha capellanía, y que sus planes se vieron afectados ante la decisión del joven Melgar de abandonar los hábitos. 
Es durante esta etapa de su vida que Melgar había tenido acceso a una nutrida biblioteca, la biblioteca del Seminario Conciliar de San Jerónimo, que en aquel entonces había alcanzado renombre bajo la dirección del obispo Pedro José Chávez de la Rosa quien a su vez había siempre mostrado especial interés en los nuevos conceptos y teorías traídas del viejo mundo; por ello la biblioteca del Seminario e San Jerónimo era conocida como una de las más completas de la ciudad (si no la más completa), además de poseer entre sus volúmenes muchos de aquellos que fueran prohibidos en el virreinato por su carácter revolucionario (Se sabe que muchos de los personajes más destacados de los primeros años Republicanos se formaron en este Seminario y tuvieron acceso a estos libros). 
Fue maestro de Latinidad y Retórica, Filosofía y posteriormente figura también como profesor de Física y Matemática. Es poco después de haber recibido las órdenes menores en el Seminario San Jerónimo y por "Melissa" (cuyo verdadero nombre fue Manuelita Paredes) que Melgar decide abandonar los hábitos teniendo veinte años. Se aboca hacia literatura en donde destaca su poesía. 
Después de su primera decepción (que se hace notar en su "Soneto a la Mujer") se enamoró de María Santos Corrales, mejor conocida como Silvia, a quien él mencionaría románticamente en sus famosos yaravíes (forma poética lírica basada en el sentimiento en que el gran cantor arequipeño expresa su amargura y su tristeza). 
Todo su drama amoroso y biografía puede considerarse verosímil siendo tomada de su conocida "Carta a Silvia", en la que el poeta expresa en 522 versos cómo conoció el amor y el dolor, hasta la aparición y pérdida de su amada niña. 
Fuera del tema amoroso, Melgar también había empezado a mostrar interés en los temas políticos, es así, que impulsado por sus ideales, Mariano persuade a sus padres para ir a estudiar leyes a Lima. El deseo de independencia en Lima fue tan alto como los campos de historia, geografía, filosofía y matemáticas. 
Tiempo después, decidió regresar a Arequipa, solamente para encontrar a Silvia, quien había sido persuadida por su padre de abandonar cualquier idea de unirse con Melgar (dice la tradición y leyenda de Melgar que esta oposición se debía a que la familia de María Santos Corrales culpaba al poeta por la muerte de la madre de la Joven "Silvia"). Si bien la leyenda lo convirtió en el eterno amante de "Silvia", son en realidad tanto su amor como su sentimiento patriótico los que le impulsaban de manera complementaria ("Por Silvia amo a mi Patria con esmero, y por mi patria amada a Silvia quiero"). Es luego del rechazo sufrido por parte de María Santos Corrales, que Melgar decide mudarse al valle de Majes. 
Y en Noviembre de 1814 que Melgar decide enrolarse en el ejército de Pumacahua y viaja hacia Chuquibamba dejando su retiro en Majes, uniéndose a una columna de patriotas que partirían posteriormente a la ciudad de Arequipa. 
Luego de una intensa lucha, Melgar muere fusilado teniendo 24 años y medio, en Umachiri, el 12 de marzo de 1815.

Obras:
·        El cantero y el asno
·        Las abejas
·        Las cotorras y el zorro
·        Las aves domésticas
·        El asno cornudo
·        El ruiseñor y el calestero (1813)
·        La ballena y el lobo
·        El murcielago
·        Los gatos
Muy poco se ha escrito y estudiado acerca de esta especial producción melgariana, sin embargo los hermanos Ataucuri García destacan en un estracto de su libro dedicado a este tema: “Melgar creía firmemente que la literatura era una herramienta útil para cambiar a la sociedad; por ello escribió sus fábulas, pequeñas joyas donde se amalgama perfectamente el literato con el patriota.” 
La temática de sus fábulas, reafirman su compromiso con la causa independentista. Además, tienen la característica inusual de haber sido escritas para una coyuntura muy específica: la etapa de la emancipación, con sus conflictos sociales, enfrentamientos ideológicos, anarquía política, moral, gubernativa.


JORGE BASADRE GROHMANN


Conocido como el "Historiador de la República", Jorge Basadre Grohmann, nació el 12 de febrero de 1903 en la ciudad histórica de Tacna. Fue hijo de Carlos Basadre Forero y Olga Grohmann Batler; se trasladó con toda su familia a Lima cuando tenía nueve años de edad.
En Lima, estudió en el colegio alemán Deutsche Schule y el último año de secundaria en el tradicional Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. Ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1919, donde obtuvo los grados de Doctor en Letras, en Jurisprudencia y el título de Abogado.
Perteneció desde muy joven al grupo de la Reforma Universitaria. Empezó, además, a trabajar en la Biblioteca Nacional desde 1920 hasta 1930. A mediados de la década del '20 formó parte de la delegación peruana envíada ante la comisión plebiscitaria de Tacna y Arica.
En 1930, el rector de la Universidad de San Marcos, Alejandro Deustua, lo nombró director de la Biblioteca Central. Al año siguiente, es decir en 1931, Jorge Basadre publicó el libro "Perú: problema y posibilidad". 
Según los estudiosos de su trayectoria, se trata de una monumental obra por la abundancia de datos que en él se encuentran y la profundidad de sus análisis.
En 1931 y hasta 1935 permaneció fuera del país: primero obtuvo una beca de la Fundación Carniege para especializarse sobre organización de bibliotecas en los Estados Unidos. Luego, siguió cursos en la Universidad de Berlín sobre Historia. Posteriormente, viajó a España, donde realizó investigaciones en los archivos de la Universidad de Sevilla.
Se inició como catedráticos de San Marcos en 1928, dictando un curso monográfico de Historia del Perú, específicamente, la etapa republicana. La relación con esta casa superior de estudios se mantuvo hasta 1954, año en que se apartó de la docencia.
Un año nefasto para la Biblioteca Nacional o, más bien para la cultura nacional, fue el incendio ocurrido en 1943 que destruyó casi completamente dicha biblioteca.
La etapa de reconstrucción y reorganización estuvo a cargo de Jorge Basadre, quien, en 1947, luego de un esfuerzo conjunto con los demás trabajadores, entregó una biblioteca moderna. También creó la llamada Escuela Nacional de Bibliotecarios.
Por invitación del secretario general de la Organización de las Estados Americanos, OEA, Alberto Lleras, nuestro ilustre historiador viajó a Washington y ocupó el cargo de director de Asuntos Culturales de la Unión Panamericana (1948- 1950).
Fue también ministro de Educación en el primer gabinete del Presidente José Luis Bustamante y Rivero (1945).
En 1950, conformó una comisión auspiciada por la UNESCO, para escribir una historia de la humanidad. 
Cerca de la década de 1960, retornó a sus labores de investigador. En 1964, publicó otra monumental obra titulada "Historia de la República", la cual ha sido considerada la obra más relevante de la historiografía de nuestro siglo.
Jorge Basadre murió el 29 de junio de 1980.
Sin duda, se trata de uno de los más renombrados intelectuales peruanos del siglo XX.


JOSÉ MARÍA EGUREN RODRÍGUEZ

(Lima, Perú, 7 de julio de 1874 – Lima, 19 de abril de 1942). 
Más reconocido como escritor por sus poesías que llegarían a alcanzar renombre internacional, también fue periodista, pintor, fotógrafo y hasta era inventor, pues inventó una pequeña cámara fotográfica del tamaño poco más o menos de un corcho de botella, con la cual tomaba fotos en miniatura que gustaba coleccionar.
Creció en medio de grandes penurias económicas que le impidieron realizar estudios básicos completos. Sin embargo fue un gran lector e investigador de la poesía europea y latinoamericana, circunstancia que le permitió compensar su imposibilidad para realizar estudios superiores. Vivió gran parte de su vida a la orilla del mar, en Barranco,  donde cultivó además su gusto por la pintura. En sus últimos años, agobiado por la pobreza y su salud precaria,  ocupó un puesto como bibliotecario en la ciudad de Lima.
Su obra se considera parte del movimiento del posmodernismo literario y muestra una influencia de la poesía simbolista Europea. En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de significaciones, liberando al poema de toda connotación objetiva. Su trabajo tiene gran importancia, ya que se considera como el que inaugura la poesía contemporánea en el Perú.
Se le considera el primer poeta simbolista y posmodernista de la literatura peruana. 
A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos para la iniciación de la tradición de la poesía moderna peruana, la que después se consolidaría mundialmente con la presencia e influencia que ejerce la profunda e intensa poesía de César Vallejo.


ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR
(Chiclayo, 1872 - Lima, 1966) Escritor peruano. Estudió en el Colegio Nacional de Guadalupe y en la Universidad de San Marcos. Finalizados sus estudios, impartió clases de historia el Colegio de San Miguel de Piura; posteriormente fue juez instructor de Huánuco, magistrado y presidente del Tribunal Superior de Justicia de Tacna. En el terreno periodístico fue director de las publicaciones El Amigo del Pueblo y La Prensa de Lima (1916).
La obra de Enrique López Albújar se desarrolla dentro de las orientaciones del realismo crítico y renovador de Hispanoamérica, con atención especial hacia el elemento indígena. Lo más estimable de su obra se encuentra en sus Cuentos andinos (1920), que continuó con Nuevos cuentos andinos (1937) y con El hechizo de Tomayquichua (1943). Su identificación con las víctimas de la injusticia social, en este caso los indios, lo llevó a trazar cuadros de gran plasticidad e interés, pese a su escasa penetración psicológica. En la misma línea construyó la novela Matalaché (1929), sobre la dura existencia de los negros en las grandes haciendas.
Cuentos andinos es una colección diez narraciones breves en los cuales el autor vierte principalmente su experiencia como Juez Instructor de la provincia de Huánuco y cuyos personajes son en general los indígenas de aquella región. Los tres jircas transcribe la leyenda popular sobre el origen de las tres montañas que rodean la ciudad de Huánuco. En La soberbia del piojo, a través de las palabras de un anciano, se compara al hombre con ese parásito y se concluye afirmando la necesidad de respetarle la vida. El campeón de la muerte y Ushanan-jampi describen con fuerte acento dramático las modalidades del crimen y la justicia popular de los indios. De índole patriótica, pues se refiere a un suceso de la guerra entre el Perú y Chile (1879-1883) en Huánuco, es El hombre de la bandera. En cambio, relatos como El licenciado Aponte, El caso de Julio Zimmens, Cachorro de tigre y La mula de Taita Ramun tratan problemas sociales, penetrados con hondura y transmitidos al lector con singular poder expresivo. Cómo habla la coca relata las reflexiones de un masticador de esa hoja narcótica que pretende rebelarse contra el vicio, pero, a la postre, sucumbe a él. Del conjunto se destacan los cuentos que muestran el misterioso y a veces feroz espíritu de los quechuas, a los que el autor ha conocido a lo largo de su dilatada labor de magistrado.
Otras obras suyas son Miniaturas (1895), semblanzas de bellezas limeñas; De mi casona (1924), "especie de memoria de un Bradomín criollo y tropical", según frase de Luis Alberto Sánchez; Calderonadas (1930), greguerías de intención satírica; Los caballeros del delito (1937); De la tierra brava (1938), poesías; y Las caridades de la señora Tordoya (1950). También se le debe el drama en un acto titulado Desolación (1916). Obtuvo el Premio Nacional de Cultura en 1950. Entre sus últimos libros destacan unas Memorias (1966) y la segunda parte del ensayo De mi casona (1966).


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